No me creía eterna, sólo quería encontrarme ante ti y desvelar todas mis muertes, desperezarme concreta. Hablamos de la infancia como hablaríamos de cualquier cosa, de la nieve que parece sal deslizándose por las nubes, como la vez que robamos el estruendo de llaves de juguete, las pestañas de la musa. Pero yo todavía pintaba bien, pintaba historias en la arena, me cubría de palabras mucho más que ahora; escribía sobre botones, cascabeles y universos de agua. No soportaba el olor de los Ducados y no conocía todavía ni el fuego ni la guerra; tampoco tus masacres. Así que me quedaba en la cama y leía sobre constelaciones y biología, me imaginaba el sabor de las estrellas. Me perseguía concienzudamente, qué palabra más fea, con las manos ante los ojos y sin saber decir por qué. Resquebrajándome. Cuando volvía la calma te pedía por favor que me explicaras el sonido de los colores, el sentido de las flores, el silencio de las canciones. Y como no lo sabías, no pasaba nada.
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1 comentario:
l'última frase m'ha matat. no passa res.
angie
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