jueves, 31 de diciembre de 2009

Año viejo

Todavía me sorprende que me digan que cuando escribo hablo de amor. Y no debería porque, en fin, en definitiva crecí escuchando a los Beatles. Sólo en un sentido soy previsible, y es que nos arrancaríamos los ojos por ser artistas; por hablar de la vida como concepto global y saber qué decimos. Escapar de los lugares comunes o pronunciar sentencias tan magníficas, pura retórica; que nuestras citas las escriban con típex, en los bancos. Mi adolescencia fue más pasiva-agresiva y no me atrevía a subrayar las grandes frases en los libros -por si acaso les dolía-; sólo vestía de Sgt. Pepper's y a veces le daba la vuelta a la autoridad. Es una pena que llevara esa chaqueta entonces y que no la encuentre ahora que ya no crezco y que he conseguido parte de lo que quería. Puede que algún día admita que se vive relativo con un pie en la cornisa de la suerte, y que entre la espada y tú preferí pegarme a la pared. Que es más fácil no apostar porque nunca se pierde. Pero de momento me basta con estar en todas partes aunque sea de paso, y que no me importe qué día es, porque si para ser felices hay que mirar el calendario, apaga y vámonos. Yo las copas de más me las tomo cuando quiero (y sí, quiero); y mírame ahora, comiendo calamares a la romana como a los cinco años; era algo exagerada y me gustaban tanto que los aburrí. Quizá lo correcto sería no poner tanta pasión en las cosas, ser una más, caminar como caminan todos, deslizarse por las horas like a rolling stone... Hay que joderse. Y qué más puedo decir, lo cierto es que me encanta ser más críptica que los claveles, ordenar como un puzle mis retazos de memoria y ser feliz con lo que he cambiado, con lo que he vivido, con lo que vendrá. Con lo que soy y con los que son conmigo. Así que gracias a ellos, y sobre todo a mí.

sábado, 26 de diciembre de 2009

let me be your heroin

No diré nada que no quiera decir.
Pero mañana cuando despierte
recuérdame quererte como nunca lo he querido,
recuérdame no ser
lo que quieren que sea,
pensar dos o tres veces los pasos que me quedan,
creerme a la deriva
cada seis mil segundos,
rozar las horas muertas
con el borde de los dientes;
recuérdame existir
en lugar de pensarme,
hablar de mí con creces como quieren los días,
pensada y hábilmente,
recuerda deshacerte
en ventanas esquivas
como horas que pasan
como escenas dormidas.
Recuérdame almorzar
tu rastro día a día
y grabar cada espasmo en una fotografía
que cante dos verdades,
que apague tus cenizas,
que busque efervescencia,
que siegue las cortinas;
recuerda que por eso
yo cada tres minutos
me doblo las esquinas.


sábado, 19 de diciembre de 2009

you struck me down like radium

Y ella nunca volverá a abrazarme frágil y sincera como sus claveles, nunca sentiré la fuerza de su piel de algodón, sus ojos brillando detrás del cristal. No volverá a decirme que tenga cuidado con los chicos, ni a cocinar para mí ni a perseguirme sin correr, la voz rota. Yo lo único que sé es que no lloraré ni una ni dos veces más, porque tengo las costillas duras y todavía aguantan, pero que no olvidaré nunca porque es un verbo que ni sé ni quiero conjugar. Y llevo años sabiendo que ya va siendo hora de empezar a estampar naranjas contra la pared, teñir la calle con mandarinas, decirte así que sigo teniendo cerca el color de tu pelo, que no tengo remedio porque sigo escapando en cuanto puedo, porque siguen encantándome los canelones, que sigo teniendo cuidado sólo a veces pero soy tan flexible como entonces, así que si me caigo sigo levantándome y echando a correr, que así caerse es divertido. Ahora me gustan más las flores y tengo que decirte que cada vez creo menos en dioses, pero el milagro fue conocerte, fue tenerte, y me importa eso; que estarás siempre en mi sangre, que te admiraré ahora y siempre, por lo que sé de ti, pero sobre todo por lo que nunca sabré. Que me parezco a ti en más cosas que los libros y los crucigramas; que las dos sabemos que nunca hará falta que nadie me diga cuánto me querías.

sábado, 12 de diciembre de 2009

De lo insólito de los días

Que los términos se confundan y florezcan significados, como que casa sea un concepto ambiguo y que conozca tu gesto exacto cuando te pones nerviosa y enciendes un cigarro. Que antes de encender la luz sepas cuándo me voy a poner roja, yo que me creía inmune a esas cosas. Compartiendo secador, dudas y Nutella. Que me he acabado las nubes pero espero que sea un poco mentira; ya hace tres meses que sabemos que il faut se méfier des mots. Que me mirara como se mira el mar, con los ojos húmedos, memorizándome las olas; que yo no supiera cómo dejar de dejarme la piel. Que estemos tan vivos que podríamos cantar hasta la madrugada, waltzing waltzing around Paris, notas de colores, por Montmartre ya sale el sol. Que tenga la vida llena de ciudades y canciones, que quiera llenarme de todas mientras bebo té, se empapan las cortinas y las rosas se marchitan. Como es natural. Que nos vea en blanco y negro, hablando del frío, de gente que no hemos conocido, y que no sea raro. Pensar que te diría todo lo que le habría dicho al genio poeta, a la princesa radioactiva, al vampiro de mi infancia. Que te daría cada palabra, sílabas de manzana, mañanas de jabón.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Diciembre

Para los días que me quedan guardo un milagro que no duela, palomas de papel, tus ojos en una cuchara. Preparo un bautizo de arena o de confeti; creo que me enamoré sólo porque el escarabajo tenía un caparazón tan duro que aunque lo arreé no lo pude matar, y entonces tú dijiste que era más bonito si lo liberábamos, esas pequeñas cosas. Porque era joven y desesperada. Aquella noche nos reímos tanto que me dolían las orejas de lo frías que estaban, quería cogerte de las manos y gritarte verdades, como si nada. A veces tiemblo y es tarde, no tengo sueño, o sí pero no ganas de perder el tiempo, y mis pies parecen de algodón. Me hace pensar en las rutinas, las mandarinas, el chocolate a medianoche. Porque he cambiado pero no tanto, sigo siendo el caos. A esas horas es como si no quedara luz (tan tarde, alguien se la habrá llevado) y entonces no queda más que los hilos de colores, darle vueltas al mandala, que me digas que soy suave.

Que en realidad ya es bastante.