En la sección de poesía nunca hay nadie. A las catorce cuarenta y ocho, cada mediodía, creía que era el verano de mi vida. Siempre llegaba tarde, me arreglaba un poco el pelo puntualmente impuntual, todavía lo siento, siento un poco el duelo, creo que en el fondo no fui tan feliz. Es difícil confirmarlo ahora que ha llovido tanto, y, bueno, claro que me dio impulsos eléctricos, diluvios y hasta me sacó al balcón, pero yo venía de conocer la muerte, la de verdad (no la que invocan los artistas o la que se ve en las películas); necesitaba algo en lo que creer que creía. Así que en cuanto lo tuve, y tener podría ser el verbo más relativo, lo agarré tan fuerte como si algo tuviera arreglo, y creo que sin él saberlo, ni yo, le arrancaba un trozo de carne cada día, para irme recomponiendo. Mi descrédito fue así de irónico. Redondo como el círculo que se cierra al final del día entre amenazas y hospitales. Casi se me olvida que pronto habrá que cambiar la hora, hablar del chocolate, las dunas, tu prosodia. Decir que los colores. Y que es primavera, en breve me pondré a estornudar y se me acabará el chollo, joder, que si refrescos, que si desórdenes, basta de cuatricromía desatada y de esqueletos de ídolos, que yo, que tú, que vamos, qué barbaridad. Que nos miraremos como los niños de preescolar, follaremos entre chuches y plastilina.
sábado, 27 de marzo de 2010
martes, 16 de marzo de 2010
then you'll be born back again
Que no quiero vendavales baldíos, calamidades: cuando llegaron los jinetes ya no quedaban rosas que cenar, sólo cuatro herraduras y un látigo. Cercenar era un verbo divertido en la medida en que pueden ser graciosas las carnicerías, los martes que fuimos de plástico... Me balanceaba en las carencias. Y si no hay mañana, y si no hay mañana no hay mañana, súplica sin réplica. Un cuchillo destemplado en las costillas de la princesa, frío, crudo como las sábanas del día después. Te devolveré los huesos cuando tengas palabra, cuando selles las horas con un acorde por cada mordisco mal asestado. Temblaremos de impaciencia. Yo todavía me acuerdo de una calle con luces postizas, you would turn around and say "hey, how can you love me anyway?" La sangre en las pestañas pesa más cuando se seca, y los mediodías de marzo el sol se finge cegador, pero yo sé sonreírme cada vez que me despeina el viento. A veces hasta me despeino de felicidad. Y es tan azul, tan raro, mis uñas son las tuyas, te arañaré la carne hasta volverme arena, de la suave, de la leve, puro algodón salado, que se te meta en los ojos pero que no pique, que nunca duela demasiado.
sábado, 6 de marzo de 2010
Para no fallar
No todo puede ser relámpagos y asfalto, no siempre las cruzadas han sido para bien, ni nosotros tan vampiros. Cuando cruces mi mirada te detendré un segundo, ulls clucs, silenciosament perduda, hi ha tantes coses que no he pogut pintar, maragdes amagades, un coixí de corall.
Consentí no hipnotizarme, alimentarme de presencias. Las palabras gotean poco a poco, casi por deferencia, y quieren decir lo que no, desmenuzan las horas. En la ciudad del poeta hay rumores, carámbanos de arena... Aquí todo es más pulcro.
Sólo está el clown, la viuda, un finísimo relámpago de sangre. La noche es una melodía indigesta; pájaro austero, graznar no servirá si no eres más que presa. Si miras muy fijamente las estrellas, confesaba, puedes no despertar; pero nos cubriremos con cristales recién hechos, dormiremos bajo siete llaves. Hay alegría en el café, en la hora de la siesta de cada jueves inflamado. Cuando me bostezabas arrullaba las farolas, abría las ventanas, creía en no creer. Te he licuado el nombre y las mitades que no entiendes saltan descalzas por la pared.
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